martes, 28 de febrero de 2012

1.2.9. Anadiplosis o Conduplicación

Oyendo la palabra anadiplosis, lo único que puedo imaginar es una teleserie infantil de los 90: «Ana, la última diplodocus», sobre una dinosauria con gafas de sol que juega con niños. Y creedme, no es una imagen agradable. Así que con vuestro permiso, usaremos el otro nombre: la conduplicación.
La conduplicación se basa en la repetición de la misma palabra o grupo de palabras al final de un verso y al principio del siguiente.

Nadie ama solamente un corazón:
un corazón no sirve sin un cuerpo.
(José María Fonollosa, siglo XX)

“Trráeme” el palo, perro,
¡“perro trráelo ahorra”!
(Viktor Pintadinsky, siglo XX)

Si en cada estrofa se continúan las anadiplosis (¡conduplicaciones! ¡conduplicacionesssssssss!), se forma la gradación o clímax:

Mal te perdonarán a ti las horas;
las horas que limando están los días,
los días que royendo están los años.
(Luis de Góngora, siglo XVII)

Me compré un batido de chocolate,
chocolate me ofrecieron a la puerta,
¡puerta!, les dije orgulloso,
orgulloso pero sin batido.
(Víctor Pintado, siglo XXI)

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